Es uno de nuestros olores favoritos de la naturaleza y, tal y como ocurre con el olor de la hierba, el agradable y reconocible olor del mar también tiene su origen en una llamada entre especies. Cuando hueles el mar, en realidad estás oliendo las feromonas sexuales de unas algas muy concretas, la Emiliania huxleyi y su DMS.
Lo cierto es que el agua salada no tiene ningún olor. Es algo que recordaréis de las decenas de veces que nos lo explicaron en el colegio con aquello de incolora, insípida e inodora, pero tal y como reflejó este estudio hace casi una década, el olor a mar al que la humanidad se ha acostumbrado no sólo procede de la descomposición de ciertas algas y plancton, sino también de las feromonas que producen al reproducirse.
El secreto del olor a mar 4o1j20
La clave de todo está en un compuesto de azufre llamado dimetil sulfuro (DMS) cuyo origen ataron a la enzima Alma1, una señal biológica para otros organismos marinos que sirve para alertar de la presencia de alimento, infecciones virales o ese ciclo reproductivo. Un aroma aún más presente cuando la marea baja y el olor se potencia de la mano del ectocarpeno, las feromonas sexuales que producen las algas para atraer las enzimas que producirán su reproducción.
Lo más llamativo del dimetil sulfuro es que, además, juega un papel crucial en el ciclo del azufre que resulta esencial no sólo para la estabilidad de los océanos, sino también para la formación de las nubes. El resultado de ese olor mantiene también el ciclo de la vida convirtiéndose en un reclamo para peces y aves en busca de comida, así que cuando olemos el mar en realidad es la naturaleza alertándonos de que ahí hay algo que llevarnos a la boca.
Imagen | Lacinadexal en Midjourney
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