Hará unos 15 años uno de esos amigos que terminamos perdiendo por el camino intentó por todos los medios convencerme para que me sumara a sus aventuras en el fenómeno airsoft, un hobby muy caro que implicaba perderse en el campo a pegar tiros con réplicas de armas como si estuviera en un Call of Duty. Pese a que hacía mucho tiempo que no escuchaba hablar de ello y daba la moda por terminada, un vídeo de TikTok me ha demostrado justo lo contrario: ya hay urbanizaciones enteras que sirven como un Nuketown de la vida real.
Situado en Siete Aguas, a una media hora de Valencia, el campo de airsoft de Distrito Zero es sólo una muestra más de cómo la herencia de la burbuja inmobiliaria ha dejado tras de sí un reguero de promociones a medio hacer. Un total de 51 viviendas con sus sótanos, patios y calles asfaltadas que apuntaban a ser un núcleo urbano en expansión pero que hoy, lejos de seguir limitándose a elevar el alcance de la España Vaciada, han ganado otro propósito.
Una urbanización abandonada convertida en mapa de Call of Duty 4d2qj
Durante los meses de brasa que me tocó vivir con aquél amigo respecto a la revolución del airsoft, una de las conversaciones más recurrentes giraban alrededor de cómo polígonos industriales o terrenos no urbanizables se habían convertido en el escenario perfecto para que las empresas creasen sus propios campos de tiro.
En entornos lo más realistas posibles, equipos cargados con armas de aire comprimido jugaban en recreaciones de templos Maya y oficinas gubernamentales. Naves cuya actividad original se había llevado la crisis por delante pasaban así a ser una réplica del mapa más descerebrado de un Call of Duty. La idea de elevar ese nivel hasta una urbanización completa en la que montarse un Duelo por Equipos o un Buscar y Destruir era, a tenor de lo visto, cuestión de tiempo.

Una búsqueda rápida es más que suficiente para que aparezcan decenas de resultados en los que se listan fábricas abandonadas, complejos rurales y pueblos abandonados que hoy sirven como escenario para partidas de airsoft, no sólo de forma improvisada, sino también como parte de un negocio controlado y permitido por las istraciones.
Lo que queda de la urbanización de Siete Aguas es probablemente uno de los mejores ejemplos. Casi 500.000 metros cuadrados que, bajo financiación estadounidense, planeaba sumar 684 chalés, un centro comercial, un hotel y un campo de golf de 18 hoyos, en un complejo residencial para quienes quisieran vivir en un entorno de clase media-alta durante el auge de principios de los 2000. Cinco años después de aprobarse las obras, en 2007 se frenaba el proyecto porque se había invadido monte público en su construcción.
Una solución inesperada para la España Vaciada 3y446r
Con el tiempo los exploradores urbanos y los fanáticos del airsoft empezaron a acercarse tímidamente a las estructuras, convertidas ya en un pueblo abandonado del que sólo se llegaron a construir las calles y alrededor de 50 viviendas. Conscientes de los problemas que acarrea adentrarse en la zona de forma clandestina, en 2019 la asociación de airsoft local llega a un acuerdo con el propietario de la zona.
El problema suma un grupo de viviendas que no puede seguir construyéndose y cuyas obras están paralizadas por los continuos litigios urbanísticos, un ayuntamiento que obliga a mantener un control y vigilancia en la zona para evitar que se convierta en un caldo de cultivo de okupaciones y vandalismo, y un bolsillo roto que está lejos de aportar algo a nivel financiero. Como no se puede vender como vivienda, han decidido alquilarlo en una explotación de uso deportivo.
El resultado, lejos de ser el ideal, es lo suficientemente beneficioso como para que todas las partes estén contentas con el acuerdo. El gestor de las viviendas abandonadas sólo tiene que encargarse de la seguridad general, la asociación del airsoft actúa como vigilancia pasiva acudiendo allí de forma continua para organizar partidas, y los municipios cercanos evitan conflictos y vandalismo mientras llegan visitantes que se ven invitados a consumir en la zona.
La idea está lejos de ser nueva. Por aquél entonces ya escribía en Xataka cómo, aprovechando un viaje a Detroit, pude comprobar hasta qué punto la crisis de la ciudad estaba empujando a algunos inversores a reinventarse para sacarla adelante. Parte de aquél proyecto pasaba por transformar sus zonas abandonadas en una suerte de parque de atracciones zombi que, ya en 2018, nos sonaba a una marcianada propia de la ciencia ficción más distópica. Poco alcanzábamos a imaginar que, apenas una década después, no estábamos tan lejos de un escenario similar.
Imagen | JL Airsoft, Facebook
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