Lanzada apenas unas horas antes de tomar posesión, la criptomoneda '$TRUMP' del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, alcanzaba recientemente los 10.000 millones de dólares de valor de mercado. Su valor de salida, de apenas 10 dólares, se disparó hasta los 72,62 dólares y ha terminado estabilizándose en unos 39,60 dólares, pero que esta memecoin haya alcanzado ese valor, o el mero hecho de que se haya creado, no es casualidad.
La creación de monedas no sólo se reduce a una forma de que su creador se enriquezca, desde el nacimiento de la idea las monedas han sido una suerte de carta de presentación de los líderes de cada región. Un símbolo de propaganda política y marketing personal que, además, servía para legitimar la autoridad de quienes la acuñaban. Giges de Lidia supo ver su potencial antes que nadie hace 2.700 años.
La revolución de Giges de Lidia 674oe
En la antigüedad, durante el comercio previo a la economía de las monedas que ha llegado hasta hoy, el comercio se valía de intercambios y trueques. Pese a que normalmente pensamos en ello desde la perspectiva de que un cazador y un pescador se intercambiaban unas pieles por una caja de pescado, en realidad ya se jugaba con metales preciosos en forma de lingotes o pepitas que, con su valor determinado por el peso, servían como moneda de cambio para adquirir bienes.
Allá por el siglo VII a.C., el comercio en Lidia era tan próspero que sus dirigentes se vieron en la necesidad de crear un sistema que facilitase y acelerase los intercambios. Aunque no hay datos exactos sobre cuál fue el mandatario exacto que impulsó la idea en esta región que ocupaba la actual Turquía, todo parece apuntar a que fue el rey Giges de Lidia el que inventó el concepto de moneda.

Mediante una aleación de oro y plata conocida como electro, Giges creó las monedas incluyendo el emblema de Lidia por un lado, y una hendidura por el otro. Controlando su peso, valor y distribución, las monedas se convirtieron en una forma mucho más cómoda de realizar transacciones en el que, por aquél entonces, era uno de los mercados fijos más prolíficos de Asia Menor.
Maravillados por la idea, el resto de regiones cercanas empezaron a adaptar el concepto y el uso de las monedas para el comercio empezó a extenderse por todo el mundo. Fue ese primer invento el que marcó el camino que nos ha llevado hasta criptomonedas como la de Donald Trump, pero no sólo por lo que significaba a la hora de revolucionar la economía, sino por el simbolismo que traía bajo el brazo.
La moneda personal como símbolo de poder 213w2z
Al obligar a que todo el que quisiera realizar transacciones comerciales en Lidia a utilizar su propia moneda, los reyes de la región garantizaban con ello no sólo un control de los precios. Sin saberlo, acababan de dar forma a la herramienta de promoción personal más potente de todos los tiempos. Un sistema de publicidad, mucho antes de que existiese ese propio concepto, que gobernantes posteriores no tardaron en aprovechar.
El caso más famoso es, probablemente, el de Alejandro Magno al crear monedas con una efigie divina en una de las caras de la moneda. De esa forma, ampliaba a todo el que tuviese una moneda en su mano la información de que el dirigente tenía una conexión divina. Tras el uso prolongado de la misma, realizar la conexión entre el símbolo y el dirigente que le había dado forma resultaba inevitable.
El Imperio Romano terminó haciendo de ello una herramienta propagandística formidable, mostrando en las monedas los templos dedicados a las victorias de César Augusto, reforzando así la narrativa de poder del gobernante junto a la idea de que era él quien protegía y lideraba al pueblo. Al empezar a añadirse inscripciones con palabras como Divus, por divino, la figura crecía aún más.
Sin potestad suficiente como para cambiar las caras de las monedas y billetes de Estados Unidos por la suya, la criptomoneda de Trump vuelve a cumplir con ese cometido que une rentabilidad personal, promoción de su figura, y además va un paso más allá, aprovechando la descentralización de su uso para que la utilización de la misma se extienda por todo el mundo en vez de limitarse al país en el que fue "acuñada".
Imagen | Gage Skidmore
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