El shooter más clásico y añejo de todos los tiempos está de vuelta, y regresa con una nueva entrega totalmente inédita tras varios años de silencio. id Software cede el testigo a los siempre interesantes Raven, y éstos debutan con buen pie en las series. Un juego de acción sin complicaciones, tan predecible y ligero como divertido.
Anunciado en 2008, con Wolfenstein id Software volvía a dejar en manos de otro estudio una de sus más amadas franquicias. Tras el extraordinario resultado conseguido por Gray Matter con su fantástico Return to Castle Wolfenstein en 2001, Raven parecía el equipo idóneo para hacerse cargo de una nueva entrega de las series.
Los responsables de X-Men Orígenes: La Venganza de Lobezno o Soldier of Fortune tenían entre manos una de las sagas más memorables de la historia de los shooters, y la que verdaderamente abrió el género en 1992 con aquel memorable Wolfenstein 3D. La responsabilidad no ha pesado sobre los hombros del estudio norteamericano, y pese a que la nueva entrega no será largamente recordada en el futuro, han llevado a cabo un trabajo francamente interesante.
Soldados de Antaño
Wolfenstein da comienzo con una majestuosa cinemática con nuestro protagonista, BJ Blazkowicz, en un acorazado nazi tratando de escapar del ejército alemán. Este prólogo podría pasar por el de una película de acción tradicional basada en la Segunda Guerra Mundial de no ser por el artefacto que sostiene nuestro protagonista y que, al verse rodeado, emplea contra los soldados que lo acosan.
Al disparar su poder arrasa con todos los enemigos que hay a su alrededor dejándolos prácticamente reducidos a cenizas. ¿Cuál es el misterio de esta pequeña runa? ¿Qué hace el protagonista infiltrado en un buque de guerra enemigo? ¿Será esta el arma definitiva que desequilibre la guerra hacia uno u otro lado?
A lo largo de la aventura iremos descubriendo los secretos que se ocultan tras Wolfenstein. El Tercer Reich y su obsesión por el ocultismo y lo inexplicable ha sido tradicionalmente una fuente de inspiración para los videojuegos y películas que se toman la guerra europea menos en serio. Estamos, por lo tanto, ante un título que es plenamente consciente de su ansia por separarse de los serios y solemnes shooters sobre la Segunda Guerra Mundial vistos hasta la fecha, y que no tarda ni diez minutos en ofrecer el primer golpe de efecto de lo paranormal en la aventura.
Este artefacto llamado Black Sun que dinamiza la campaña es el auténtico motor del guión, y empuja a nuestro personaje a la asignación de una misión en la ciudad de Isenstadt, en el corazón de la Alemania nazi. Un argumento, como puede verse, muy convencional.
Si todo es tan clásico y la fórmula apenas ha evolucionado, ¿qué provoca el generoso aprobado del nuevo Wolfenstein en el apartado de la innovación? Básicamente su mixtura de poderes y el cambio de enfoque. El hecho de construir los escenarios al estilo Sandbox donde deberemos recorrer la ciudad arriba y abajo en busca de objetivos es un soplo de aire fresco a la habitualmente pasillera fórmula Wolfenstein. El toque paranormal, por otra parte, siempre ha estado presente en las series, pero en esta ocasión con más profundidad que nunca y con unas habilidades extra para nuestro personaje que le ofrecen nuevas tonalidades a la aventura.
Sin Pasar de Moda
En los últimos tiempos la mezcla de géneros es el principal motivo de avance para géneros como el shooter, que ha obtenido enormes réditos de sus mezclas con la libertad del rol y con su personalización y progreso del personaje. De estos dos elementos precisamente recoge Wolfenstein su separación de lo que las series habían obtenido hasta ahora, y son los dos principales elementos de un shooter que en lo demás no se sale ni un ápice de las habituales convenciones del género.
Sin embargo da la impresión de que Raven no profundizó todo lo deseable en las brillantes ideas que se proponían desde el principio. En los Sandbox la sensación de libertad es una mera ilusión, pero en Wolfenstein no se llega si quiera a generar esta sensación ilusoria en el jugador, y esto se debe a lo pequeño del escenario y a las pocas posibilidades que se brindan. Los tiroteos de los que disfrutaremos por las calles de Isenstadt son potentes, no particularmente brillantes, pero sí francamente notables y divertidos; sin embargo es posible que nos cansemos pronto de deambular a menudo por las mismas calles, puesto que los mapas son francamente reducidos. Por si fuera poco la brújula no deja mucho lugar a dudas de dónde se encuentran nuestras metas, y la exploración acaba desapareciendo del planteamiento del programa a las pocas horas de juego.
¿Es esto malo? No necesariamente. Nuestra obligación es contarlo puesto que era uno de los principales reclamos del videojuego desde su anuncio, pero si buscamos acción directa sin más problemas, la ausencia de exploración no tiene porque ser nada malo.
Lo que sí es un problema es lo repetitivo de las misiones. Hay poca elección para lo que queremos llevar a cabo, y nos limitaremos a ir a hablar con unos y otros personajes para aceptar encargos muy similares entre sí. El problema es que no tiene ninguna importancia para quién llevemos a cabo las misiones, ni el orden genera reacción alguna. Sencillamente debemos cumplir todas, sin que el que hayamos comenzado por unas u otras tenga ninguna particular importancia.
De modo que los patrones que pretendían separar al videojuego de la vasta oferta de FPS ambientados en la Segunda Guerra Mundial acaba resultando el elemento que más chirría. Y es que por lo demás Wolfenstein es, como decimos, un shooter tremendamente tradicional. Armas clásicas de la época como la ametralladora, el fusil de repetición o las granadas de fragmentación, y el escrupuloso y habitual respeto exquisito por todo lo que hace referencia a la imaginería visual nazi, al tratamiento de los uniformes, presencia de la Resistencia, etcétera.
Dejando de lado estos factores, ¿qué nos queda? El combate puro y duro, lo que salva a lo nuevo de Raven de que el fallo en su concepto inicial como Sandbox lo arrastre hasta el fracaso; y lo que, en definitiva, lo convierte en un más que interesante juego de acción.
A Dios Rogando
Los combates de Wolfenstein son divertidos, y eso es lo mejor que se puede decir de ellos. ¿Cómo ha conseguido esto Raven? Con un planteamiento muy básico en líneas generales, pero que ofrece algunos titulares destacables que lo elevan por encima de la media.
En primer lugar destaca muchísimo la interacción con el entorno. En unos tiempos en los que la tecnología cada vez se embarca más en ofrecer decorados alterables, lo nuevo de Raven se apunta a la moda con unos escenarios repletos de objetos que volarán por los aires con las explosiones o que reaccionarán con total realismo a los disparos.
Esto, que debería estar situado en los epígrafes destinados a la faceta gráfica o técnica, está en estas secciones destinadas a la jugabilidad porque acaba enriqueciendo terriblemente la experiencia jugable. Sin embargo este tipo de técnicas lejos de aplicarse únicamente a los escenarios también lo hacen sobre los enemigos. Así pues, por ejemplo, si algún explosivo estalla cerca de un enemigo, con toda seguridad éste se desmembrará, y si disparamos, por ejemplo, a la cara de un oponente ésta perderá su forma de forma tremendamente desagradable en lugar de recurrir a las clásicas manchas rojas de sangre en su superficie. Detalles, sí, pero detalles curiosos que dotan de nuevas texturas a la experiencia de acabar con los nazis.
Por otra parte el amuleto que nos proporciona los superpoderes acaba siendo el máximo atractivo de los tiroteos de Wolfenstein. Gracias a él entraremos en una realidad paralela que funciona como si de unas gafas de visión nocturna se trataran, aunque en esta ocasión mostrándonos elementos del escenario invisibles al ojo humano. Así pues veremos caminos nuevos, inaccesibles en el mundo real, secretos de los mapas, y también los puntos débiles de determinados enemigos; elemento que acabará resultando fundamental para algunos de los combates más desafiantes.
Este modo de visión es lo más importante y novedoso que incorpora el Velo, y es que el resto de sus poderes son los ya vistos cientos de veces, como la cámara lenta, el escudo y los proyectiles antiblindaje. Los cuatro poderes son especialmente útiles para el combate, aunque los dos primeros servirán a menudo para resolver algunos de los básicos rompecabezas que incluye Wolfenstein.
La campaña individual del título puede superarse en unas seis o siete horas, en función de nuestra habilidad, y el factor rejugable es ciertamente ínfimo. Sin embargo sí hay un motivo para seguir jugando a Wolfenstein una vez terminado el Modo Historia, y éste es el de la presencia del multijugador, prácticamente imprescindible en un videojuego de estas características en el siglo XXI.
Sin embargo el lanzamiento de Activision, id Software y Raven no hace demasiado por proponer algo interesante en este campo, y ofrece un componente on-line de puro relleno. Enemy Territory, componente on-line de Return to Castle Wolfenstein, preparaba una oferta mucho más seria que la que nos ocupa, que presenta únicamente ocho mapas con tres modalidades de juego: Combate a Muerte por Equipos, Objetivos y Contrarreloj. Contaremos con tres clases para escoger, médico, ingeniero o soldado para trabajar en equipo, y cada uno de ellos tiene un poder del Velo concreto en lugar de ofrecer la totalidad de los de la Campaña Individual.
El Poder del Velo
En la faceta visual y tecnológica es obvio que Wolfenstein no es un videojuego que arrase, es más bien algo así como la Serie B de los shooters. Esto no quiere decir que se vea mal, ni mucho menos, el lanzamiento es notable en este campo; sin embargo sí hay algunos elementos que parecen requerir de un mayor trabajo, como puede ser el modelado general de los personajes, que en los principales cuenta con un buen trabajo, pero que es derivativo y pobre en el resto.
Esto se debe, sin duda, a los años que atesora a sus espaldas el motor gráfico, un engine que lleva a cabo un generoso esfuerzo para mantenerse a la altura, pero que sin duda alguna necesitará de profundas revisiones para conservar el tipo en años venideros.
A pesar de que en líneas generales el trabajo sobre modelados de personajes es algo irregular, los escenarios sí cuentan con un gran trabajo a sus espaldas tanto en lo técnico como en su diseño artístico, y la calidad de los efectos de video –especialmente los sobrenaturales- contribuyen a que la sensación general sea satisfactoria, especialmente en PC.
La versión de compatibles es, de hecho, la mejor de las tres que se ponen a la venta, y a pesar de que las diferencias no son suficientemente notables como para que haya cambio numérico en la valoración de los gráficos, sí es cierto que el juego es menos nítido, y fluido en PlayStation 3 y Xbox 360 que en ordenador.
El audio, por su parte, es uno de los aspectos más redondos del videojuego. La banda sonora es potente, los efectos de audio cumplen su objetivo con sobresaliente solvencia y el doblaje es adecuado. Sin embargo hemos llevado a cabo este análisis con la versión norteamericana, de modo que todavía no podemos valorar la española en términos de localización.
Bueno 27166h
Wolfenstein ofrece exactamente lo que prometía, y esta falta de sorpresas puede ser precisamente el mayor punto en su contra. Su fórmula ya ha sido vista cientos de veces y en los últimos años llevada a cabo con una efectividad mayor, sin embargo la saga creada por id Software saca en su última entrega fuerzas de flaqueza y logra labrar un juego de acción equilibrado y divertido.
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