Ni caminar durante 30 minutos ni dar 10.000 pasos diarios. Dichas fórmulas, grabadas a fuego en nuestra cultura, pueden ser de gran utilidad para mejorar nuestra salud de la misma forma que lo hace cualquier otro ejercicio moderado. Pero aunque las pulseras inteligentes y los smartwatch convirtieron esa recomendación de 10.000 pasos al día en su mejor herramienta de marketing, nunca ha sido más que eso. Una frase pegadiza y fácil de recordar destinada a vender más.
Cuando Japón inventó la idea hace 59 años no había evidencia científica que apoyase que los 10.000 pasos diarios, como cifra exacta o aproximada, fuese un objetivo inamovible. De hecho, hay quienes plantean que hasta cierto punto perseguir ese hito puede resultar perjudicial. El cómo terminamos tragándonos ese bulo y hasta dónde ha evolucionado es, en cualquier caso, una formidable historia.
Un kanji japonés convertido en eslogan 81j5w
Coincidiendo con la explosión del automóvil entre los japoneses, la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 despiertan la necesidad de reactivar a la población. Con el mundo de la medicina alertando de los peligros del sedentarismo, el fundador de una fábrica de relojes decide agarrarse a un invento que llevaba desde el siglo XV intentando hacerse un hueco entre la sociedad: el podómetro que había ideado el mismísimo Leonardo da Vinci.
La idea de Leonardo y todos los que vinieron detrás, especialmente a mediados del siglo XIX, nunca terminó de cuajar entre la población. Parecía más fácil contar minutos o kilómetros, tal y como impulsó John F. Kennedy con el reto de las 50 millas que lanzó a la población de Estados Unidos también con el objetivo de luchar contra el sedentarismo. Sin embargo, aquella empresa japonesa contaba con algo que el resto no había aprovechado hasta el momento. Tenían un lema rompedor: un día, diez mil pasos. No es casualidad que optasen por la cifra, y tampoco por escribirla con letras.

La clave estaba en que la media de pasos del japonés de la época estaba en unos 3.000 o 5.000 pasos, así que doblar esa cifra parecía un buen objetivo. Además, el kanji de diez mil, representado como 万, se parecía a una persona caminando. ¿Hay que echarle mucha imaginación? La verdad es que sí. ¿Funcionó igualmente? Funcionó de fábula. Tanto que incluso un cacharro casi de lujo, con un precio considerable para los sueldos de la época, se convirtió en un fenómeno cultural.
Asociaciones sobre los 10.000 pasos, grupos para cubrir a diario los pasos restantes, la prensa hablando de los beneficios de la práctica… Los 10.000 pasos diarios pasan a ser sinónimo de salud y, con la llegada de otra moda, la de la palabra calorías, en los 80 la marca japonesa decide registrar la palabra podómetro y lleva el invento a occidente.
Para mediados de los 90, la cifra ya era internacional pese a no tener nada que ver con el kanji inicial y, para cuando Fitbit llegó al mercado dos décadas después, los 10.000 pasos se convirtieron en su objetivo principal. La cifra, transformada una vez más en eslogan, se convierte en la llamada perfecta para invitarte a comprar una pulsera inteligente o un smartwatch que te cuente los pasos. Hasta que allá por 2019 una profesora de medicina de Harvard decide preguntarse, ¿por qué le estamos pidiendo el mismo número de pasos a un varón joven que a una anciana? Es entonces cuando se destapa el pastel.
El mito de los 10.000 pasos 325i6b
Mediante un estudio que investiga a un grupo de 16.741 mujeres de entre 62 y 101 años, la investigación les invitó a llevar un acelerómetro durante cuatro años seguidos, entre 2011 y 2015. La idea pretendía calcular cuánto se movían realmente y cómo les afectaba en la salud, demostrando con ello que hasta las mujeres más sedentarias realizaban una media de 2.700 pasos diarios sólo moviéndose de aquí para allá. Para ver los primeros signos de mejoría en su esperanza de vida, en realidad no había que subir mucho más que eso.
Con apenas 4.400 pasos diarios se redujo un 41% el riesgo de mortalidad de las mujeres investigadas y, para aquellas que se movían de forma más activa, el porcentaje seguía mejorando hasta hacer tope en una cifra aproximada: 7.500 pasos al día. Aquellas que alcanzaban los 10.000 pasos o superaban la marca, en realidad no notaban mejoría alguna. Llevábamos 50 años andando de más.
Tras el impacto del estudio, que acababa de echar por tierra una de las máximas más asumibles de las recomendaciones de salud y deportivas, los estudios se paran a analizar cuánto deberíamos estar andando realmente para mejorar nuestra esperanza de vida y, como era de esperar, la recomendación de los 10.000 pasos no sólo se convierte en una cifra obsoleta, también puede pasar de insuficiente a exagerada dependiendo de a qué grupo la enfoques.
Para niños y adolescentes, por ejemplo, lo recomendable es subir hasta unos 12.500 pasos diarios, aunque aquí lo ideal sería una media de 60 minutos de actividad vigorosa en forma de juegos y deportes más activos que salir a caminar. Y a partir de ahí la cifra va bajando para llegar a los 8.000 pasos entre los 18 y los 39 años, los 7.000 entre los 40 y 59 años, y los 6.000 entre los 60 y 79 años. A partir de los 80, lo recomendable es acumular tiempo activo en vez de sumar pasos, por lo que se apunta a unos 150 minutos semanales de ejercicios de fuerza, equilibrio y movilidad que, en realidad, deberíamos perseguir también el resto de la población.
¿Y sumar 1.000 pasos más o llegar hasta los 10.000? Bueno, pues mal no te va a hacer a no ser que ponga en riesgo tus articulaciones por ser más de lo que tu cuerpo puede dar de sí, pero es muy probable que la diferencia entre lo que recomiendan los estudios y tú estés haciendo de más esté sirviendo de poco, así que tal vez ese tiempo y esfuerzo estaría mejor invertido en otra actividad.
Que Apple y otras compañías decidiesen apostar por otros modelos de recomendación como los anillos de movimiento, más enfocados a la quema de calorías, minutos de ejercicio y ponerse de pie cierto número de veces al día, no es casualidad. Son la repuesta a un cambio de paradigma que durante más de 50 años nos tuvo dando un buen puñado de pasos adicionales en busca de unos 10.000 que, en realidad, sólo estaban ahí porque a alguien en Japón le pareció gracioso el kanji.
Imagen | Alexander Red
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