Dice la leyenda que cuando los Hermanos Lumière, allá por 1896, proyectaban su histórica Llegada de un tren a la estación en su espectáculo itinerante, la gente salía despavorida de aquella experiencia cinematográfica aún en pañales. Pensaban que el tren saldría de la pantalla y los arrollaría. Y piensa lo que quieras de Tom Cruise, pero entiende perfectamente el poder de ese fenómeno. Fuera de la pantalla Cruise será muchas cosas, pero en pantalla es un titán. Un titán de la acción y las palomitas, del espectáculo y de eso de darle a la gente lo que merece por el precio de una entrada.
Con Misión Imposible: Sentencia Final, la saga parece haberse enfrentado, por fin, a su última cuenta atrás. Dirigida de nuevo por Christopher McQuarrie y liderada por un Cruise que no parece dispuesto a dejar de desafiar a la muerte (y a la lógica narrativa), esta entrega juega a despedirse sin cerrar nada. Es un espectáculo a la altura de lo que promete, pero también un ejemplo de cómo incluso el cine de acción más robusto puede empezar a mostrar signos de agotamiento. ¿La película es un desastre? Pues sí. ¿Pero un desastre divertido? También.
Esta es su misión si decide aceptarla
El argumento, como ya viene siendo tradición, es lo de menos. Porque aunque parte de un mensaje interesante e incluso importante: que nos quieren divididos, que nos quieren enfrentados, que nos prefieren aislados y que nos están mintiendo, hay un ente que manipula la información global en la sombra. Pero es lo de menos. Se coquetea con hablar del poder desmesurado de la inteligencia artificial, de la realidad distorsionada. La idea es buena, pero por el tema pasa de puntillas y no se le ocurre ni siquiera señalar a ciertos gobiernos o intereses privados, no vaya a ser. Pero bueno, tampoco vienes a ver esta peli para que te adviertan de un peligro real del que ya deberías ser consciente.

De ahí que Misión Imposible: Sentencia Final divierta y deje con la boca abierta, pero un fracaso a la hora de presentar algo realmente sólido. La película tiene tres problemas serios: su propia mitología, un ritmo terrible, y que Tom Cruise parece haber tocado techo. Sentencia Final, que es bien larga, invierte una tremenda cantidad de tiempo en resumir tanto la peli de 2023, Misión imposible: Sentencia Mortal, como en tratar de encajar algunas tramas heredadas de otras entregas de una saga que ya acumula tres décadas, e incluso con la serie original dejando algún guiño aquí allá. Esa acumulación de información satura, porque al final la solución que da la peli no deja de ser la de poner en pantalla a gente hablando en bloques sobrexplicativos que simplemente separan un momento de acción de otro.
Esta entrega juega a despedirse sin cerrar nada
Esto tiene consecuencias. La más evidente es un ritmo que nunca termina de arrancar. Entre secuencias espectaculares de acción, y muy buenas, por cierto, hay bloques enteros de personajes hablando, mirando mapas, lanzando frases misteriosas y miradas significativas. Nada de eso funciona porque, como decía antes, la historia es lo de menos. El tempo narrativo es tan irregular que uno se pregunta cuántas veces puede desactivarse una bomba nuclear cortando cuatro cables antes de que pierda toda la tensión. Y eso, en una franquicia que lleva desde 1996 vendiéndonos que el mundo puede estallar en cualquier segundo, es grave.

Y luego está Tom. Tom Cruise, el último samurái de la acción cinematográfica, el hombre que se cuelga de aviones, se tira de acantilados en moto, y nunca pierde la sonrisa a sus ya evidentes 62 años. Y aunque sigue siendo magnético, y su compromiso físico con el espectáculo es incuestionable, hay algo en esta entrega que huele a techo. A tope. A final de trayecto. Porque cuando ya has escalado el Burj Khalifa, saltado desde aviones a 10.000 metros, pilotado helicópteros en vuelo invertido y protagonizado persecuciones en Roma por callejones imposibles, ¿qué te queda? ¿Hacerse una barba con avispas? ¿Conducir un coche de choque con los bolsillos llenos de nitroglicerina? La saga siempre ha pedido al espectador cierta complicidad, cierto pacto de credulidad. Pero aquí, uno empieza a sentirse ligeramente utilizado. Sabes que Ethan Hunt no va a morir. Sabes que va a salir ileso, por muy suicida que parezca la escena. Y eso, paradójicamente, reduce la emoción. Aun así, y con todos sus excesos, Cruise sigue sorprendiendo. Y su entrega personal al espectáculo es irable.
Uno se pregunta cuántas veces puede desactivarse una bomba nuclear cortando cuatro cables
Eso sí, como el bueno de Tom ya no está para ir saltando de coches en marcha todo el rato, ha aprendido a rodearse de un reparto de secundarios que elevan el conjunto. Simon Pegg y Ving Rhames mantienen la química del equipo habitual, Hayley Atwell se consolida como un fichaje espectacular, y en papeles más pequeños encontramos a actores que siempre es un gusto ver en pantalla como Mark Gatiss, Janet McTeer, Katy M. O'Brian o Nick Offerman. Esta coralidad, que ya funcionó bien en entregas anteriores, aquí se refuerza. Porque si Ethan Hunt es el alma, su equipo es el cuerpo que lo sostiene. Todo lo contrario el pobre Esai Morales, el villano con menos carisma de toda la saga. Y posiblemente, en general, de las últimas décadas.

Una cuenta atrás que nunca acaba
En el fondo, la visión de Cruise sobre lo que debe ser Misión Imposible me parece tremendamente válida. Esta saga no pretende hacer cine introspectivo ni diseccionar el alma humana. Es más, me declaro fan de la serie con todas sus deficiencias, y porque su compromiso personal, jugándose su multimillonario pellejo a su edad, es algo que valoro. Es una declaración de amor al cine como entretenimiento circense, pero también me da un poco de pena, porque entiendo que es el mejor exponente del agotamiento del formato del héroe de acción que se ha mantenido en acción en pantalla durante todo el Siglo XX. Porque con la paulatina retiradas de los Harrison Ford, Bruce Willis, Stallones, Schwarzeneggers y Cruises, se manifiesta la extinción de un tipo de cine al que a duras penas parece que sobrevivirá la generación de Statham, Dwayne Johnson y Keanu Reeves.
No quiero ponerme fatalista, así que lo único que puedo decir es que espero que Cruise haga lo que no han hecho los Stones o Iggy Pop y se retire de estas movidas antes de que alguien tenga que lamentarlo. Y por alguien pienso principalmente en el público, aunque con Tom Cruise nunca se sabe: lo que hace en esta película es un autético alucine. A lo mejor ya tiene apalabrada una secuela con escenas de acción en gravedad cero sobre la Estación Espacial Internacional con su barba de avispas.
Hablando de la posibilidad de decirle adiós a Tom Cruise y sus piruetas, Misión Imposible: Sentencia Final se nos ha presentado como la despedida de Tom Cruise de la saga y del papel de Ethan Hunt, pero la verdad, no me queda nada claro. Imagino que el futuro de la franquicia se decidirá con la taquilla, pero el cierre de esta película no sirve ni para despedirse ni para dar el relevo.

Cruise sigue sorprendiendo. Y su entrega personal al espectáculo es irable
Lo que me hace pensar que Ethan Hunt volverá, aunque Tom Cruise ya no esté para pegarse con nadie sin camiseta. Y tampoco se me ocurre qué más le queda por hacer a parte de lo de los coches de choque que decía antes, tirarse dentro de un volcán o correr por la Luna… Lo que me recuerda a Roger Moore en Moonraker, y me entra entera… ¡Y eso que tenía 10 años menos que Cruise en aquel entonces! El futuro de Misión Imposible es incierto, pero dado que llevo 30 años viendo a Tom Cruise correr por todo el mundo de Misión imposible en misión imposible, y no me he aburrido ni una sola vez, si él vuelve, ahí estaré yo.
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