La sangre es la vida, y Nosferatu puro cine. Pero necesitas poner mucho de tu parte como espectador para sacarle todo el jugo

La sangre es la vida, y Nosferatu puro cine. Pero necesitas poner mucho de tu parte como espectador para sacarle todo el jugo

Una fascinante experiencia cinematográfica que explora la magia, la muerte y los instintos más basicos, pero que pide  mucho al espectador

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Nosferatu Critica
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Chema Mansilla

Editor - Cine y TV

Podría resumir esta crítica poniendo el meme de al director de esta revista le gusta que desarrolle un poco los temas, os tengo que decir que la nueva versión de Nosferatu, dirigida por Robert Eggers, tiene más de grimorio que de película. Y es que, más allá de la obvia influencia de la película Nosferatu original de 1922, Eggers juega con esa idea del cine como acto mágico, como algo implícito en la misma película, pero también como una experiencia social compartida que requiere de la colaboración activa del espectador. Y tal vez ahí es donde se pasa de exigente.

Nosferatu, un homenaje a la magia (negra) y el cine

El Nosferatu de Eggers no es solo una película de vampiros al uso. Aunque mantiene, por supuesto, los elementos básicos de la mitología del vampiro, y de Drácula como el gran adalid de esos siniestros poderes oscuros, esta nueva adaptación se adentra en un terreno mucho más complejo. En lugar de simplemente recrear los momentos icónicos de la película original de F.W. Murnau, Eggers transforma la figura del vampiro en una figura aún más densa, envolviéndola en un halo de misterio, corrupción, magia y oscuridad.

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No solo toma prestada la simbología vampírica, sino que también la conecta con ideas más esotéricas, como los rituales mágicos, la simbología hermética y las sociedades secretas. Ya la Nosferatu de Murnau estaba impregnada de estos elementos, que no pocos historiadores y críticos vinculan con la Golden Dawn (Aurora Aurea) de William Robert Woodman, William Wynn Westcott y Samuel Liddell Mathers. Y es que, para Eggers, el cine no es solo un medio para contar historias; es un ritual en sí mismo. Una experiencia mágica que trasciende lo que está en pantalla y exige una conexión profunda por parte del espectador. Es una relación existente entre cine y magia, que no deja de tener cierto componente ritualista, desde los tiempos de Georges Méliès.

La película puede resultar muy árida para aquellos espectadores que no hayan oído hablar de la magia de sangre, de los Cultos de Isis, las enseñanzas rosacruces, o los complicados escritos de Aleister Crowley. Todo esto sirve de telón de fondo para esta película y la hace fascinante. Pero tal vez si no no está familiarizado con este escenario esotérico y acuda al cine a ver esta peli solo para evadirse, se atragante con este exigente estreno.

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Este enfoque requiere que estemos dispuestos a sumergirnos en este universo oscuro y lleno de simbolismo, no todos accesibles y evidentes. Y aquí viene uno de los principales retos de la película: Nosferatu es mucho más que una simple película de terror. Es un festín de referencias oscuras que resulta fascinante pero para la que Eggers tal vez supone cierta iniciación previa. Entended que nadie os pide dibujar un glifo con vuestra propia sangre antes de sacar la entrada, pero sí que acudáis con la idea que es una película de vampiros con mucho más calado de la estupenda versión de Drácula de Coppola de 1992.

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El prodigio técnico de Eggers

Como en todos los trabajos de Robert Eggers, Nosferatu es un prodigio técnico. Ya lo sabemos, cada fotograma es un cuadro, mérito del cada vez más imprescindible director de fotografía Jarin Blaschke, cuya mirada única ha hecho que Eggers se convierta en un referente. La película está plagada de composiciones visuales son hipnóticas. Las tomas, cuidadosamente orquestadas, crean un ambiente opresivo que transporta al espectador al universo macabro de la historia, mientras nos sumergen en los paisajes sombríos y decadentes de la Transilvania de la época. Tal vez le pueda echar en cara algún que otro sobresalto debido a los trucos más fáciles y recurrentes del género del terror, pero a esta película estoy dispuesto a perdonarle muchas cosas.

El problema de la teatralidad y la sobreactuación

Otro problema que podría alejar a más de un espectador de la película es la exagerada teatralidad que impregna tanto la puesta en escena como las interpretaciones de los actores. Esta Nosferatu no solo está haciendo un homenaje al clásico de Murnau de 1922, sino que parece querer emular la teatralidad propia de esa época del cine mudo. No podemos olvidar que la primera Nosferatu debía mucho de su lenguaje narrativo a las tradiciones teatrales, y Eggers no es ajeno a esa influencia, como tampoco lo era el Nosferatu de Werner Herzog de 1972.

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Pero aquí, esa teatralidad se convierte en un arma de doble filo. Los actores parecen estar atrapados en una especie de actuación exagerada, donde la sobreactuación acaba por restarle credibilidad a sus personajes. Aunque esto puede ser una elección estilística, la sobrecarga emocional que le imprime a la historia termina por diluir la potencia dramática de muchos de los momentos clave. En especial, la interpretación de Lily-Rose Depp como Ellen, capaz de unos cambios de registros tan rápidos y exagerados que se mueve entre la exageración, la enfermedad mental y la genialidad. Todavía no he logrado decidir en qué momentos de la película. Su actuación, llena de tics creo que pega mucho con la película en general, pero no termina de encajar con las actuaciones de Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin o Ralph Ineson. Mención aparte merecen el estupendo Simon McBurney y Willem Dafoe, siempre uno de mis favoritos.

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La feminidad, la identidad y la muerte como motores narrativos

Uno de los aspectos más interesantes de Nosferatu es la manera en la que Eggers aborda temas recurrentes en sus películas, como el amor en su manifestación más básica y menos romántica, los instintos básicos y la muerte. Estos temas, tan presentes en sus trabajos anteriores como The Witch y El Faro, se entrelazan en la historia de Nosferatu de forma sorprendente. La muerte, como presencia constante, se erige no solo como una obsesión temática, sino como un motor narrativo que impulsa todos los sucesos de la película. Y de la vida, claro.

El personaje de Ellen, interpretado por Depp, es clave en este aspecto. Su relación con Orlok, el vampiro, no solo gira en torno al deseo o al miedo, sino también a la idea de la muerte como un proceso inevitable y natural, tan cercano a lo sensual como a lo mortal, y tan inevitable como el amanecer. La acumulación de parafilias en la relación entre esos dos personajes es alarmante, pero a mí me funciona mucho mejor que la de la mencionada Drácula de 1992. Eggers, además, introduce de manera muy inteligente el concepto de feminidad, no desde una visión romántica o idealizada, sino desde una perspectiva más cruda, donde la mujer es vista como un objeto de sacrificio o una fuerza que tiene que confrontar su propia vulnerabilidad.

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Los elementos negativos: ¿exceso de oscuridad?

Aunque la película tiene muchos méritos, no podemos pasar por alto sus puntos débiles. La excesiva oscuridad de la historia, tanto literal como figurativamente, puede resultar agobiante para algunos durante sus pausados 131 minutos de metraje. La trama, sumida en una atmósfera cada vez más pesada, puede llegar a parecer innecesariamente lenta y tediosa. El ritmo narrativo, a veces pausado hasta el punto de la hipnosis, puede frustrar a aquellos que no están dispuestos a entrar en el juego de Eggers.

Además, el uso de una estética tan cargada, junto con una estructura narrativa que deja poco espacio para la acción o el desarrollo de personajes, puede resultar difícil de digerir para un espectador más acostumbrado a películas más convencionales. Nosferatu ha sido para mí, sin lugar a dudas, una de las experiencias cinematográficas más fascinantes del año. A pesar de cierto tufillo exclusivista, su capacidad para sumergir al espectador en un mundo de oscuridad, magia y simbolismo la convierte en una película única. También es una película valiente, porque no estoy seguro de que logre llenar las salas de cine en época navideña (a pesar de ser una peli que transcurre en Navidad). Estoy tan a merced de sus insinuantes poderes oscuros que estoy deseando poder verla otra vez. Pero no es una película que pueda recomendar a todo el mundo. Nosferatu se estrenará en cines el 25 de diciembre de este 2024.

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